Monseñor Fernando Castro Aguayo, Obispo de Margarita, Profesor, Sacerdote, Rector, Párroco y perteneciente a la Prelatura personal del Opus Dei.
La CEV nos da un contundente mensaje al pueblo de Dios y a las personas de buena voluntad, el cual es tomado como punto de partida, para analizar con el Obispo de la Diócesis de Margarita Fernando Castro Aguayo, la realidad del país, en el que se insta a la ciudadanía a tener solidaridad con las personas que menos tienen.
En los últimos tiempos, Venezuela se ha convertido en una especie de “tierra extraña” para todos. Con inmensas riquezas y potencialidades, la nación se ha venido a menos, debido a la pretensión de implantar un sistema totalitario, injusto, ineficiente, manipulador, donde el juego de mantenerse en el poder a costa del sufrimiento del pueblo, es la consigna. Junto a esto, además de ir eliminando las capacidades de producción de bienes y servicios, ha aumentado la pobreza, la indefensión y la desesperanza de los ciudadanos.
Por lo que la CEV, terminando la Cuaresma y cercana la conmemoración de la Semana Santa, nos disponemos a celebrar la Pascua del Resucitado. Es la fiesta de la alegría que nos da el sabernos liberados del pecado y convertidos en “hombres nuevos”.
Este año, sobre todo por las circunstancias que nos rodean, debido a la crisis generalizada que afecta particularmente a los más pobres, ese tiempo pascual debe ser preparado y vivido con espíritu de fraternidad, solidaridad, caridad y con mucha conciencia de lo que queremos hacer con el futuro de nuestra Patria.
La dirigencia política no ha estado ni está a la altura de la problemática que sufren los venezolanos. Pareciera que la calidad de vida del venezolano no es la prioridad de quienes nos gobiernan, pues son insensibles ante tanto dolor, sufrimiento y muerte. El Gobierno y sus seguidores tienen la mayor responsabilidad, al querer imponer un régimen que mediatiza al ser humano, y así mantener sus intereses políticos y económicos; el plan de la patria ha sido nefasto para la vida de los venezolanos, los tan nombrados motores de la revolución sólo han quedado en el papel.
Los venezolanos no nos merecemos esto, mucho menos quienes han estado sumergidos en la pobreza y hoy han pasado a engrosar el número de personas en la miseria. Es imposible que un pueblo con hambre, con enfermedades y sin oportunidades, pueda pensar en el desarrollo integral de la Patria; por lo que proponen: que el Domingo de Resurrección, se pueda tener una “olla comunitaria” o una “comida fraterna”, en la que todos participemos, invitando a los más pobres, a los indigentes, a los necesitados y sugieren que en toda Venezuela, del 19 al 22 de abril, además de organizar una jornada nacional de oración, al estilo de las “Cuarenta Horas”, en todas las comunidades parroquiales y eclesiales, se hagan gestos significativos de misericordia y caridad para con quienes de verdad sienten necesidad de una expresión de ternura, solidaridad y caridad..